RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS REVISTA Nº 76

EGIDO SERRANO, J., Tomás de Aquino a la luz de su tiempo. Encuentro, Madrid 2006, 600 páginas.


No debe resultar fácil asumir el compromiso de escribir la vida de un personaje como Sto. Tomás de Aquino. Al escritor que le tiente la idea le asaltará de inmediato la duda de si realmente podrá añadir algo a lo mucho que sobre el filósofo medieval se ha dicho o escrito desde que murió en la abadía cisterciense de Fossanuova en marzo de 1274. Por otra parte quizás se plantee la pregunta de si vale la pena hacer el esfuerzo que supone manejar textos, contrastar fuentes, dedicar horas sin cuento a la lectura de la variadísima producción ya existente en relación a tan insigne filósofo para poder ofrecer, finalmente, en una obra digna y rigurosa, el perfil de un personaje cuyas circunstancias vitales y cuyos compromisos intelectuales no parecen coincidir en exceso con las del hombre actual. Un tipo de hombre, desde luego, radicalmente huérfano de inquietudes metafísicas y nada dado a perderse en especulaciones de alta teología.
El prof. Egido ha asumido con decisión este reto y el resultado es un texto lleno de interés, riguroso y absolutamente solvente en el que el lector, cualquier lector y no sólo el familiarizado con el discurso filosófico, podrá encontrar y llegar a entender a uno de los personajes “que más han influido en toda la historia de la civilización cristiana”. Se pregunta, en el pórtico mismo de su trabajo, qué es lo que aportó Tomás y si esa aportación contiene elementos válidos que puedan merecer la reconsideración del hombre actual. A responder a semejante cuestión va a ir encaminado su esfuerzo. Lo hace con equilibrio y sensatez, abandonando cualquier tentación hagiográfica y, desde luego, mostrando una nula simpatía hacia quienes, desde posturas reaccionarias, han pretendido secuestrar la obra de Aquino y convertir su filosofía en algo intocable y perenne, sin vinculación histórica alguna ni contexto social que la haga inteligible. Porque eso sería, en su opinión, la manera más torpe de desprestigiar “una producción intelectual y cultural excelente que puede y debe ser considerada, repensada y discutida”.
Resulta, por esta razón,  especialmente encomiable la presentación del amplísimo contexto histórico-cultural en el que sitúa la producción de Tomás de Aquino. Con ser una magnífica biografía, este libro no es sólo una biografía. El lector no encontrará simplemente la vida, interesantísima en muchos aspectos desde el punto de vista narrativo, de un personaje fundamental en su época y con un peso excepcional en el pensamiento occidental de los siglos posteriores. También, quiero subrayarlo expresamente, con una amplísima y seria descripción de una parte de la historia y de la sociedad medieval de la que Tomás de Aquino, como miembro de una noble familia implicada en los conflictos que a la sazón enfrentaban al poder eclesiástico con el poder político, formaba parte. En ese contexto, magníficamente recreado, es donde el autor de la obra que presento, irá narrando la peripecia vital de su biografiado y desvelando, al mismo tiempo, los rasgos más sobresalientes de su perfil psicológico e intelectual. Cuando ello es posible, manejando fuentes y aportando datos bien contrastados y fiables y, cuando no se dispone de ellos, advirtiendo al lector, con un sentido loable de honestidad intelectual, que se le está ofreciendo tan sólo una reconstrucción lo más plausible posible de aquellos aspectos de la vida de Tomás más confusos, menos documentados o que se dieron, sin serlo, como ciertos al amparo de tradiciones no suficientemente contrastadas o excesivamente ladeadas hacia un género literario más próximo a lo hagiográfico que al rigor histórico.
Queda garantizado, eso sí, el interés de este libro. Leyéndolo he tenido la impresión de estar reviviendo la conmovedora infancia de Tomás de Aquino, acompañándole, junto a su madre Teodora, en su ingreso al monasterio de Montecasino y en la dramática salida de tan célebre abadía benedictina, víctima inocente de los enfrentamientos entre el Papa y el emperador Federico II, recorriendo junto a él las callejuelas de la bulliciosa Nápoles, ciudad en la que se encontrará con Juan de S. Julián que tanto influiría en su decisión de renunciar a la vida monástica para incorporarse a la Orden de Predicadores, viviendo a su lado el doloroso enfrentamiento, a la raíz de esa decisión, con su propia madre y sus hermanos que llegarían a retenerle contra su voluntad a fin de quebrar una decisión que les parecía absolutamente desacertada; también en sus experiencias por el París universitario, donde encontró a su maestro Alberto y descubrió a Aristóteles. He tenido, en fin, la impresión de haber asistido en primera fila a la dura batalla que libró Tomás por abrir las ventanas de su Iglesia para que huyeran de ella los fantasmas de los temores a una razón que él creía perfectamente compatible con la fe, de participar junto a él, ya profesor en la Universidad, en polémicas y debates intelectuales en los que ponía cabeza y corazón ahuyentando prejuicios y buscando los mejores argumentos para defender sus convicciones (préstese especial atención al interesantísimo capítulo VII)…, de acompañarle, sorprendido por  su casi ilimitada capacidad de trabajo, en sus interminables jornadas de escritura. Leyendo este libro he tenido, en definitiva, la impresión de haberme encontrado con un personaje excepcional, de una capacidad intelectual poco común y adornado por un talante humano en el que sin duda destacó la generosidad, la altura de miras, la bondad de corazón y un profundo sentido religioso que lejos de actuar  en él como elemento alienante lo impulsó hacia el compromiso decidido de la búsqueda de la verdad.
Pero al prof. Egido no sólo se le debe reconocer el mérito de atrapar al lector hasta el punto de hacerle formar parte de la historia, magistralmente narrada, que Tomás protagoniza. Es magnífico el estudio que hace de la obra de Aquino con especial atención a la Suma Teológica a la que éste dedicó la última parte de su vida y que, efectivamente “en los casi ochocientos años que no separan de la redacción de la Suma Teológica apenas hay un Papa, un Concilio o un teólogo que no la hayan citado, elogiado y tenido en cuenta, de uno u otro modo, como autoridad doctrinal”.  Estudio riguroso que los profesionales de la filosofía a buen seguro reconocerán, pero que creo podrán seguir en sus líneas fundamentales incluso los no avezados en cuestiones filosóficas, si están dispuestos, como así lo espero, a no ahorrarse el relativo esfuerzo que inevitablemente supone enfrentarse a cuestiones de índole metafísica.
Señalaré, finalmente, que el aparato crítico que acompaña a esta obra es verdaderamente excepcional. Centenares de citas son ofrecidas al lector indicando fuentes, aclarando cuestiones o simplemente dando pistas para quien así lo desee se adentre por ellas y complete aspectos que hayan podido resultarle de más interés. También que el prof. Egido, como ha acreditado en otras obras y aún moviéndose casi siempre por el territorio nada fácil de la Filosofía Primera, gusta de mimar el lenguaje y sabe conseguir un bello estilo literario que estoy seguro los lectores sabrán apreciar y agradecer.
¿Deberé añadir algo más para que quienes lean esta presentación se hagan también lectores de la magnífica vida de Sto. Tomás que publica el Dr. Egido?


José María JIMÉNEZ RUIZ