RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS REVISTA Nº 76

MORENO  CASTILLO, R.,  Panfleto antipedágogico. Prólogo de Fernando Savater. Ediciones LEQTOR, Barcelona 2006. 157 pp.

Que la LOGSE ha sido un fracaso  es uno de esos lugares comunes en que coinciden profesores y profesoras de todas las edades y de las más variadas ideologías. Que el sistema educativo español que se apoya sobre esa Ley Orgánica hace aguas por todos los lados lo puede ver todo aquel que no esté completamente ciego o irracionalmente aferrado a prejuicios ideológicos que le impidan reconocer los errores y, en su caso, abogar por un cambio de rumbo. Tal vez los políticos, naturalmente no todos con el mismo grado de responsabilidad, pertenezcan a uno u otro de estos colectivos, pues, en caso contrario, no se explicaría la contumacia con que siguen dando la espalda a la evidencia para persistir en el “sostenella y no enmendalla” boicoteando sistemáticamente  los intentos de acabar con semejante situación que, auspiciados por las mejores cabezas de nuestro panorama intelectual, se han ido produciendo a lo largo de los últimos años.

Desde luego, el reconfortante texto del Dr. Ricardo Moreno, “Panfleto antipedagógico”, que me propongo comentar está claramente orientado en esa dirección.”La Reforma –afirma contundente- ha sido un disparate, y que sea un disparate financiado no lo hace menos disparate”. A partir de esta especie de declaración de principios nada de cuanto dice tiene desperdicio. Atina, a mi juicio, hasta en el llamativo título de su reflexión que constituye, a todas luces, una auténtica provocación.
Licenciado en Filosofía, Doctor en Matemáticas y autor de numerosas obras relacionadas con esta última disciplina, el prof. Ricardo Moreno no se atribuye más mérito que el de ventilar “lo que muchos sienten pero nunca han podido expresar”. Probablemente sea así, lo que, por otra parte, no le resta ningún mérito pues entiendo que este libro, precisamente por su vocación panfletaria, bien puede convertirse en un auténtico revulsivo, en un estímulo que agite esas conciencias que, poco a poco, se van reconciliando con el desastre considerándolo, incluso, fatalmente inevitable, En cualquier caso, y como mínimo, en un punto de partida para una discusión a fondo de los problemas que aquejan nuestras Enseñanzas.
El lector que se aproxime a este libro se va a encontrar con un honesto profesor, absolutamente desinhibido, que, sin cortarse un pelo,  toma audazmente la palabra para describir una situación y emitir sobre ella una opinión. Por cierto, muy bien razonada y sólidamente fundamentada. Con la fortaleza de los argumentos de quien conoce el terreno en el que se mueve y sabe que, con todas las matizaciones que se quiera, son los hechos quienes avalan sus asertos. Le verán moverse a lo largo de sus páginas con absoluto desparpajo, yo diría, incluso, que con el descaro del que pueden hacer gala todos aquellos que no se siente encorsetados por los compromisos de lo convencionalmente correcto. Él no parece nada inclinado a lo que pudiera considerarse “políticamente correcto” y eso le permite conducirse sin ningún complejo de acuerdo a los criterios del sentido común, tan incomprensiblemente marginados por los gurús de la denostada Reforma Educativa. Se muestra, por cierto,  terriblemente crítico con ellos y se atreve, incluso, a  poner en tela de juicio su nivel intelectual.
No mejor parados van a quedar en este recomendable “Panfleto” cierto tipo de pedagogos, cortos en ideas y fecundos en un tipo de discurso inconsistente e incapaz de aguantar una crítica mínimamente rigurosa. Resulta, en mi opinión, verdaderamente  demoledor ofrecer a la consideración del lector algunos de los textos de ciertos maestros de la pedagogía. Creo que no ha podido hacerlo mejor: sencillamente les deja que hablen porque cree que cualquier lector, sin que para ello tenga que ser especialmente avispado, comprenderá fácilmente la escasa solidez de cuanto proclaman y hasta el olvido sistemático de que hacen gala de principios elementales que ningún experto debiera permitirse ignorar. Por ejemplo el de la “complementariedad”. Ninguna enseñanza (como por otra parte pudiera decirse de las actividades terapéuticas o, en un terreno más liviano, de las actividades de un entrenamiento de fútbol, etc.) se puede basar en el principio de la simetría (igualdad). Sencillamente porque son impracticables si no hay el reconocimiento previo de una jerarquía y no se admite el principio de la complementariedad (diferencia). Esto que explicó brillantemente P. Watzlawick en su Teoría de la Comunicación Humana parece ser ignorado sistemáticamente por los partidarios de los maestros-compañeros  y otras zarandajas de la misma calaña.
Amigos lectores: hay que leer el Panfleto antipedagógico de Ricardo Moreno. Hay que leerlo, créanme, porque no elude ninguna ge las cuestiones que son objeto de conversación o, mejor aún, de lamento entre la mayoría de los profesores. Todos los supuestos de la fracasada Reforma son puestos en solfa: el desprecio de la memoria y de los contenidos (“el que carece de memoria vive en un perpetuo presente y nada puede aprovecharle la experiencia del pasado”), la mitificación de la motivación (“una de las falacias que más daño ha hecho a la educación en nuestro país”), la falacia de la igualdad (“no sería justo perjudicar a todos sin beneficiar a nadie), la paradoja de una enseñanza obligatoria “en que no es obligatorio estudiar, ni respetar a los profesores, ni respetar el derecho de los compañeros que están interesados en aprender”, la renuncia a pedir resultados (“tenemos que educar a nuestros alumnos para que vivan en una sociedad en la que van a ser juzgados por los resultados”), la nula importancia que se le concede al principio de autoridad, aparejada  a la falta de respeto y a la carencia de todo límite “en cuya ausencia no es posible la cordura”, el mito de la llamada enseñanza participativa que ignora que “para descubrir cosas nuevas es indispensable saber ya otras muchas cosas”, el pésimo enfoque dado a la tan traída y llevada “formación del profesorado”…
Concluye el libro con dos capítulos: “Por qué se debe estudiar filosofía” con el que es difícil no estar de acuerdo y “Por qué no se debe estudiar religión en la escuela”, de carácter más ideológico y, por tanto, más discutible. Pero tratándose, como se trata, de una cuestión que, en los últimos tiempos, ha sido puesta en debate, sea bienvenida esta aportación de Ricardo Moreno que, como él mismo apunta, ya ha sido objeto de discusión entre algunos de los profesores que se han dirigido a él por carta (algunas son publicadas en un apéndice) después de haber leído su “Panfleto”.
Es éste un libro que no podrá pasar inadvertido ni ser leído con indiferencia. Está escrito para provocar y a buen seguro que habrá de conseguirlo. Y, si me permite la osadía el autor, aquí va un consejo: que en su próxima reedición modifique levemente el título convirtiéndolo en “Panfleto antipedagógico o el elogio del sentido común”. El sentido común, prof. Moreno, que Vd. ha acreditado publicando este texto.

José María Jiménez Ruiz