REVISTA Nº 70       Octubre-Diciembre de 2004

OTRA CALIDAD

Casi siete millones de alumnos (de futuros ciudadanos) se acaban de incorporar a nuestras aulas en este Curso recién estrenado. Y eso significa, entre otras cosas, que más de tres millones de familias están afectadas por esta situación.
No es de extrañar, por ello, que, año tras año, se abra un debate sobre lo que supone para las familias el inicio de curso: el precio de los libros de texto (y el consiguiente debate sobre los precios, los descuentos y su posible gratuidad) y del material escolar (mochilas, cuadernos, estuches); de la nueva ropa (zapatos, deportivas, uniformes –cuando es el caso-); de las infraestructuras (comedores, rutas de transporte, etc.) y, en algunos casos, los gastos de matriculación y las mensualidades. Así que los medios de comunicación, las Asociaciones de padres y madres, las de Consumidores y Usuarios, los Sindicatos, los Ayuntamientos, las Consejerías de Educación y el Ministerio mismo se afanan por desglosar cada una de las partidas, euro a euro, y a recomendar tales o cuales prácticas.
Y no es de extrañar porque eso es lo que parece verdaderamente importante.
Claro que la vuelta al cole genera gastos, muchos gastos, concentrados en muy poco tiempo y que eso supone un esfuerzo para las familias.  Pero para los docentes el problema real no es el del esfuerzo económico que deben soportar las familias, sino el de habérselas día a día con esos alumnos que llenan sus aulas, con los padres y con la propia Administración educativa: con o sin problemas económicos en casa, con o sin interés por lo que estudian, con o sin respeto por quienes enseñan –con o sin papeles en regla-, todos los alumnos que están en clase son nuestros alumnos y a todos hay que enseñar; apoyados por los padres o desautorizados por ellos mismos; arropados por las Administraciones o mareados por los continuos cambios legislativos o agobiados por los temarios imposibles.
En un Estado democrático moderno (un Estado del bienestar –eso que antes llamábamos Estado Social y Democrático de Derecho, como dice la Constitución-) la Educación es un derecho y debe estar garantizada y protegida, al menos, en sus niveles obligatorios y debe ocuparse de garantizar y realizar completamente los derechos de los ciudadanos y en este caso, consecuentemente, de asegurar que las enseñanzas primaria y secundaria sean efectivamente obligatorias y gratuitas, y de conseguir que la infantil y los tramos no obligatorios de secundaria estén al alcance de cualquier ciudadano. Esto es cierto y el principio en el que se sustenta no debe ser puesto en duda.
Durante los pasados años no dejó de hablarse de la Calidad del Sistema Educativo y de legislar para lograrla, pero parecía que la receta se agotaba en la competitividad, el reconocimiento de la excelencia y el rechazo a los descolgados del sistema, todo ello envuelto en un solo concepto (el esfuerzo) que presentaba la igualdad como igualdad de partida (como si eso fuera posible).

Soplan ahora vientos de reforma, explicitada ya en el Documento presentado por el M.E.C.(“Una educación de calidad para todos y entre todos”) para iniciar los debates, y que a primera vista presenta un sonido aceptable. Se trata de una línea reformista para la calidad de la educación, que es otra que la presentada por ley anterior (aún en vigor).

Por fin podemos leer que “Sería muy positivo alcanzar el mayor consenso posible sobre aquellos aspectos básicos del sistema que necesitan estabilidad, colaboración y acierto, independientemente de quien tenga en cada momento la responsabilidad de aplicar las medidas concretas oportunas que los desarrollen. […] Sería muy importante para el bien de la educación y para el futuro de la sociedad española alcanzar un amplio y generoso pacto educativo en todas estas cuestiones” (p.24); o expresiones como "esfuerzo compartido", "desarrollo personal", "incorporación gradual", "diversidad de soluciones", "saberes instrumentales de ahora", "organizaciones flexibles", "responsabilidad compartida", "carrera docente", "oferta de calidad", "comunidad educativa", "autonomía", "universo de posibilidades", etc. que ciertamente suenan bien.

El Ministerio ofrece un diagnóstico público de los problemas encontrados y lo hace con realismo, pues nadie negará que había que enfrentarse con esos problemas cotidianos porque es en el día a día donde las concepciones teóricas subyacentes a las leyes se la juegan, como nos enseña la experiencia reciente.

Propone el Documento una concepción unitaria de la educación, que no es sólo formal. Ahí están, si no, temas como el tratamiento de las religiones, la alternativa a los itinerarios, el acceso a la enseñanza superior, las nuevas áreas con menos asignaturas, el seguimiento del proceso de aprendizaje de los alumnos para prevenir repeticiones y la consideración de los inmigrantes. Y sorprende positivamente el cuidado y la atención a los nexos que debe haber entre niveles, dado que las etapas se van sucediendo. Del tramo Infantil al Primario y Secundario se producen cambios significativos, que es necesario tener en cuenta con soluciones. Tampoco se olvida de la orientación para acceder a la Universidad, ni de proponer un marco para la gestión adecuada de la formación profesional, ineludible en un mundo ya globalizado.

Por otra parte, todas las reformas han entendido que el profesorado (piedra de toque en que toda reforma confirma o refuta su validez real) es quien debe liderarlas, siendo imprescindible su protagonismo. Pero esto se reduce a puro aire, si no va acompañado de las medidas para su puesta en escena, como lamentablemente ha venido sucediendo. Ahora se propone la formación inicial en el espacio europeo, la negociación de un Estatuto de la Función Pública Docente, un nuevo modelo de carrera docente, colaboración del profesorado de Secundaria con las universidades y evaluación de la práctica docente con efectos retributivos. Igualmente se habla de innovación y experimentación, que no deberían quedar en simples "ideales trascendentales". Todos estos son referentes dignos de ser alcanzados para ganancia de la educación misma.

Para decirlo todo, de este conjunto de propuestas hay unas que se concretan más, otras poco o nada, y algunas quedan sin clarificar y podrían confundir. Esto es cierto, pero el espacio de debate las irá llenando de contenido si se produce realmente con ánimo de consenso.

 

Habrá que permanecer muy atentos a las señales, preparando aportaciones al debate. El acierto del Ministerio también es responsabilidad de todos, porque quizás estemos tocando techo y no quede ya punto de retorno.