REVISTA Nº 76       Mayo-Agosto de 2006

LA  CONVIVENCIA ESCOLAR Y FAMILIAR

En los últimos meses han desaparecido del panorama filosófico europeo dos pensadores, uno español y otro francés, Julián Marías y Jacques Derrida, que, en distinto sentido y de diferente modo, han influído en nuestro modo actual de entender la historia y la política. Por eso, desde el merecido recuerdo a estos dos pensadores, queremos plantear brevemente en estas líneas algunas cuestiones que nos preocupan  como profesionales de la educación filosófica.  Tanto J. Marías como J. Derrida fueron personas comprometidas con la defensa de la filosofía y de su valor insustituible en la educación de los jóvenes. Por eso, son también nuestros maestros.

            Ultimamente han aparecido en los medios de comunicación varias noticias referentes al mundo educativo y todas ellas han tenido un denominador común: la violencia y los conflictos, sea entre alumnos o de alumnos hacia sus profesores y profesoras.  Es un tema tan urgente que los sindicatos de la enseñanza y el Ministerio de  Educación han presentado un Plan de Convivencia Escolar para tratar de buscar soluciones a este problema. Pero todos sabemos que las causas de la violencia escolar  hunden sus raíces en algo mucho más profundo: la crisis de la autoridad  en las sociedades democráticas y la falta de respeto a las personas.

            El tema de la conflictividad escolar y social no es un tema que solamente preocupa en España, sino que todos los países europeos tienen ya en sus agendas de política educativa el tratamiento de la violencia y la resolución pacífica de los conflictos, tanto en el aula como en el ámbito familiar. De hecho todos somos conscientes de que ha ido incrementándose el número de profesionales que no se dedican a la docencia directa en las aulas: psicólogos, pedagogos, asistentes sociales, monitores de tiempo libre, etc.  Todas esas personas trabajan ya en los centros educativos para ayudar a resolver muchos nuevos problemas. Las necesidades educativas del alumnado de los Institutos de Secundaria abarcan hoy día muchos temas que exceden el ámbito más específico de los Departamentos Didácticos. Y uno de los problemas que está generando mayor desasosiego en el profesorado de Secundaria es la falta de respeto entre muchos alumnos y alumnas y las conductas irrespetuosas y agresivas del alumnado.

            Tradicionalmente, los adultos, padres y profesores, tenían autoridad y eran respetados por hijos y alumnos. Es cierto que durante muchos años se impuso un tipo de autoridad basado más en la coacción, la amenaza y el miedo que en la confianza y en el afecto; sin embargo, a partir de la década de los 70, comenzó a proliferar en nuestro sistema educativo un tipo de perniciosa psicopedagogía basada en el falso igualitarismo entre profesores y alumnos y en una idea lúdica del trabajo académico que ha ido minando paulatinamente los fundamentos mismos de las relaciones entre alumnado y profesorado hasta transformar el esfuerzo escolar en un pasatiempo despreocupado. La mayoría del alumnado de los Institutos de Secundaria, sobre todo en los cursos de la ESO, suele acudir a la aulas sobre todo en busca de sus amistades adolescentes; como si los centros escolares fuesen únicamente un lugar de reunión y de esparcimiento. El tiempo escolar es vivido por muchos alumnos como una simple prolongación, una antesala o un paréntesis aburrido entre los fines de semana.

            Si la falta de motivación ante el estudio y el trabajo escolar es evidente en una mayoría del alumnado, también parece cierto que los padres carecen en muchos casos de autoridad para inculcar a sus hijos e hijas el amor al estudio. Las causas de esta falta de autoridad son múltiples y la sociología actual las ha analizado con detalle. Baste recordar que muchos adolescentes reciben de sus padres casi todos los objetos de consumo que les piden y que, por lo que se ve en las aulas, muchos adolescentes se extralimitan en sus palabras y gestos probablemente porque nadie en su casa les ha impuesto unos límites: límites al consumismo y límites a sus palabras y a sus acciones; parece que en su casa nadie les ha exigido respeto y obediencia, nadie les ha hablado con claridad de normas y de criterios morales y legales. Y, sin embargo, las autoridades educativas pretenden que los centros educativos apliquen automáticamente unos Reglamentos de Régimen Interior a miles de adolescentes que carecen del mínimo autocontrol y autoexigencia.  ¿Cómo se puede conseguir eso sin la colaboración de las familias y de las autoridades educativas? ¿Qué pueden hacer realmente los equipos directivos y el profesorado en situaciones muy difíciles ante las cuales se sienten inermes?

            A propósito de la democracia escolar nos parece importante apuntar una reflexión que a menudo está siendo olvidada. La democracia del saber y del conocimiento no es igualitaria y, por lo tanto, la autoridad cognitiva del profesorado y su metodología didáctica no pueden estar sometidas a votación en cada clase. Es decir, que en el conocimiento, en el saber y en la ciencia existen siempre jerarquías, puesto que hay personas que saben más que otras y el profesorado es especialista en su materia y está en el aula para trasmitir un conocimiento, un saber. Parece una obviedad tener que recordar que el alumnado acude a clase para aprender, para escuchar al que sabe más y no para divertirse, pasar el tiempo y hacer “perder el tiempo” a sus compañeros y a los profesores. Sin embargo, muchos colegas nuestros no pueden dar clase con normalidad muchos días y no tienen medios ni recursos adecuados para ejercer su profesión docente. No se debe admitir que un profesor o profesora no pueda realmente ejercer su profesión de enseñar y educar porque un grupo de alumnos y alumnas se lo impida. ¿No se genera con esas situaciones en esos docentes un sentimiento de fracaso e impotencia altamente autodestructivo? ¿Es que la agresividad del alumnado no tiene incidencias sobre la salud del profesorado?

            En resumen, es conveniente que se elabore y ponga en práctica un Plan de convivencia escolar que ayude a la resolución de los conflictos en el ámbito del sistema educativo. Es muy urgente que las familias colaboren realmente con el profesorado en la detección y tratamiento de los conflictos; pero también es preciso que se dote a los Centros de mecanismos legales y de recursos humanos adecuados para prevenir la aparición de muchos conflictos, ya que muchos de los problemas de los adolescentes habrían sido menos graves si se hubieran detectado e intervenido a tiempo. La educación española necesita restablecer en el ámbito escolar un clima de convivencia, de trabajo y de entusiasmo a fin de que adquiera realmente sentido aquel dicho clásico de “enseñar deleitando”.