RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS REVISTA Nº 76

DÜBELL, R., Una misa por los Médici. Florencia en el Quattrocento: La conspiración de los Pazzi. Traducción de R. Bravo de la Varga. Edhasa, Barcelona 2006, 565 páginas.

Se trata de una magnífica novela, en la que el alemán R. Dübell nos introduce de lleno en las entrañas mismas de la historia de la Florencia del siglo XV. Está narrada en seis libros, que recogen los acontecimientos ocurridos en apenas una semana del mes de abril del año 1478. Cada uno de los libros viene presentado con unos versos breves de Divina Comedia, en el Infierno y el Purgatorio.
La misa tiene lugar precisamente en el día de jueves Santo y en ella se consuma la conspiración contra Lorenzo de Médicis, denominado El Magnífico. Su hermano Giuliano fue acuchillado y muerto, mientras que Lorenzo salió ileso de esta misa sangrienta. Lo que sigue es una reconstrucción detallada de cómo se produjo este brutal asesinato.
En aquellos tiempos las repúblicas de Italia ardían en querellas y se hacían la guerra unas con otras sin misericordia. La república de Florencia (“la ciudad más hermosa del mundo”, página 91) estaba gobernada por la casa Médici, entre cuyos miembros unos fueron fantásticos y otros estúpidos, como ocurre casi siempre en las familias. El origen de la conspiración fue el intento del para Sixto que quiso nombrar obispo de Florencia a Francesco Salviati, a lo que la república se negó. La santa Sede respondió retirando a los Médicis la administración de las finanzas del Vaticano. Ante la conspiración, la reacción de los florentinos fue ejemplar en su respaldo a Lorenzo de Médici. Acabaron linchando a unos cien hombres, entre ellos al obispo Salviati que fue colgado en una de las ventanas del Palazzo della Signoria. En torno a todo esto se va tejiendo la trama de la novela.
El libro se lee de un tirón, lo que no es fácil de conseguir en una narración histórica. El interés se encuentra muy bien dosificado y va en aumento a medida que avanza la lectura. Los personajes inventados sobre el fondo histórico innegable están muy bien seleccionados. El lenguaje es directo y el autor se las apaña bien para introducir incluso frases del italiano que el lector puede entender fácilmente. Resulta gratamente sorprendente que los comerciantes hablen en latín y se entiendan en este idioma, entonces universal. Parece casi increíble y es necesario retroceder al mundo renacentista para hacerse una idea de la situación de aquellos momentos históricos.
Muchas cosas del mundo renacentista van a extrañar al lector. Entre ellas, que el mismo papa se encuentre entre los organizadores del atentado y que se elija el día de la Pascua católica. Los protagonistas no están casados y, sin embargo, se encuentran ligados por fuertes lazos de amor. Se suceden las ejecuciones, los degollamientos y las muertes en patíbulos. También esto fue el Renacimiento, aunque nos haya quedado de él una idea de paz, de permanente creación y de sensual belleza artística.
En cambio, a pesar de los sangrientos acontecimientos, no hay abuso de tales ingredientes en ningún momento. El sexo está tratado de modo natural y con extraordinaria delicadeza. Véase un ejemplo: “Nos amamos sobre las frescas sábanas con la vehemencia de dos jóvenes esposos y una pasión que no habíamos conocido desde nuestra llegada a Venecia, y ni a ella ni a mí se nos ocurrió pensar que era Viernes Santo y cometeríamos un pecado mortal” (página 96).
La ironía recorre también las páginas de la novela y los odios ancestrales a los sacamuelas, oficio que ejercían los barberos, Dios mío. Hay una buena cantidad de refranes con un tratamiento adecuado, que describe bien la identidad de algunos personajes. La práctica de tormentos era habitual para conseguir la confesión de los considerados culpables.
El profesorado de filosofía de Secundaria tiene un tema en segundo de Bachillerato que se propone estudiar el Renacimiento a través de la obra de Maquiavelo. Pues bien, no resulta nada fácil condensar en unas pocas clases el ambiente de esa época. Por eso traemos esta novela a las páginas de la revista. Recomendar su lectura a los estudiantes puede abrirles un mundo de grandes perspectivas. Desgraciadamente aquí no se recoge ni siquiera una referencia al personaje de Maquiavelo, que parece que también fue uno de los que sufrió las consecuencias de la conjura. No es posible recogerlo todo, claro.
Unas observaciones más para concluir. El apellido Médici viene acentuado en portada, pero luego en el desarrollo de los capítulos se elimina la tilde. ¿Por qué no se unifica el término? En este caso puede confundir. Por otra parte, entre nosotros se acostumbra a pronunciar con sonido esdrújulo y por eso el acento. Todavía más, ya que historias y enciclopedias incluso terminan en ‘s’ la palabra, diciendo familia Médicis, por ejemplo.
También suena raro el título de ser dado a Lorenzo: “Ser Lorenzo” (página 14). Naturalmente habrá que entenderlo como la cortesía del inglés sir. Quizás sería mejor escribirlo así, lo otro resulta feo, quizás.
Por lo demás, meterse dentro del ambiente del conjunto y poder seguir todos los pasos de la investigación del protagonista Peter Bernward para salvar  de la acusación falsa a su compañera Jana Dlugosz, ambos comerciantes polacos, acaba resultando apasionante. Razón de más para leer este libro de inmediato.


Julián Arroyo