RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS REVISTA Nº 76

FLORIÁN, Miguel, Gilgamesh, EH Editores, Cádiz, 2006, 70 páginas.


Decía Borges que él se sentía más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito. Y Miguel Florián puede sentirse muy satisfecho de ambas actividades porque el texto que aquí reseñamos es un sólido homenaje al legendario héroe de Uruk con quien “se encontró” en sus años juveniles a través de la lectura de su epopeya, la más arcaica de la que tenemos noticia. La fascinación inicial por ese texto fue dando lugar a sucesivas relecturas que provocaron “una suerte de glosas líricas en torno a algunos de sus pasajes” (p. 18) durante hace aproximadamente cuatro años.
Florián es un profesor de Filosofía que compagina su labor docente con la poética y la crítica literaria. Su trayectoria lírica, con poemarios como Mar último, Habitación 328 y otros poemas o Reparto de sombras, ha recibido ya diferentes galardones, entre los que cabe destacar los premios Jaime Gil de Biedma, San Juan de la Cruz, Claudio Rodríguez, Ciudad de Salamanca. Gilgamesh es su obra más reciente con la que inicia la Colección de Poesía “Hojas de Bohemia” esta editorial andaluza. El presente texto da cuenta de la alcanzada madurez del don poético de este profesor que, como su héroe sumerio Gilgamesh, reconoce que “quien ha visto el fondo de las cosas de la tierra, / todo lo ha vivido para enseñarlo a otros, / propagará su experiencia para el bien de cada uno” (Epopeya de Gilgamesh, Tablilla I, columna I). Conocer para enseñar a mirar, a ser, en definitiva, para enseñar a vivir mostrando cómo lo han hecho otros que nos precedieron en el tiempo y a los que se considera como modelos, como héroes. Y no parece ser otra la tarea de los que nos dedicamos a esto del “amor a la sabiduría”.
“En El poema de Gilgamesh se reúnen los misterios que han fascinado el alma humana a través de los tiempos”, nos cuenta en su presentación. Y esos misterios que nos seducen por arcaicos y, a la vez, tan actuales son, como no podían ser de otra manera, los intereses propios de todo ser humano: la sexualidad, la amistad y la muerte.
La sexualidad humana, en primer lugar, se nos presenta en el antiguo texto mesopotámico como factor civilizador por el que Enkidu, un hombre primitivo y sencillo que vaga entre las gacelas de la pradera, despierta de la inconsciencia animal y que para Florián “no era lujuria, era un deseo incierto / de reducirme a ti” (p. 29), “... deseo puro, intacto, de completar la carne” (p. 31); racionalidad y afectividad, conocimiento y deseo que nos pueden ayudar a descubrir el auténtico sentido de las cosas.
Pero el poema presenta también otro tipo de amor: la amistad entre los dos héroes del poema. En un principio Enkidu fue creado por la diosa Aruru para destruir al rey Gilgamesh, pero los dos se hacen amigos y juntos emprenden grandes aventuras que prefiguran muchas otras (como los doce trabajos de Hércules o algunas de las que se cuentan en la Odisea o en la Divina Comedia). Esa amistad constituirá un vínculo tan fuerte que no es capaz de romper ni la muerte. “Caminamos uno al lado del otro, / absortos, soñando que habitamos / el mismo mundo” (p. 64) concluye el comentario lírico al texto antiguo acerca de la conversación entre los dos amigos (XII, 3).
Mas “donde el texto alcanza su cima más elevada es al mostrar el esfuerzo titánico del ser humano por desentrañar los arcanos de la muerte y el inútil afán por alcanzar la inmortalidad” (p. 18). “Se desmorona el tiempo entre mis manos, / me voy rompiendo en él, me voy abriendo / a su cernada” (p. 45).
La vida y la muerte como temas esenciales que ya están en ese libro babilónico porque “no hay Thánatos sin Eros”, como señala Julio Asencio en el prólogo a este poemario.
Poesía y filosofía se unen en este texto como en su autor señalando, como María Zambrano, que quizás será la “razón poética” la mejor manera de poder poseer algún día la sabiduría. Estos cuarenta y tres comentarios líricos de la antigua epopeya despiertan también en quien los saborea un deseo enorme de no pasar por alto ese texto del que otros tanto han aprendido. Leer para no olvidar quiénes hemos sido, quiénes somos, quiénes (¿qué?) seremos.


María José Rodrigo del Blanco