RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS REVISTA Nº 76

 FRASER, N. y HONNETH, A., ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico. Traducción de Pablo Manzano. Morata, Madrid 2006, 203 páginas.


Nancy Fraser es catedrática de Filosofía y Ciencia Política en Nueva York y Axel Honneth es catedrático de Filosofía en Frankfurt. Los dos autores, norteamericana una y alemán el otro, hacen un debate teórico, que tendrá necesariamente y consecuencias prácticas, sobre el contenido de los conceptos ‘redistribución’ y ‘reconocimiento’. Las diferencias entre ambos son profundas y sus argumentaciones tratan de escenificar en qué consisten tales divergencias. Lo hacen en los dos primeros capítulos, en los que cada uno fija sus posiciones. A ellos siguen otros dos con las réplicas de ambos.
Según Fraser, la antítesis redistribución/reconocimiento es falsa, ya que la justicia exige el contenido de los dos conceptos. Por separado no son suficientes, necesitan su integración en un marco que sea capaz de reparar la injusticia: "pueden ir de la mano a pesar de sus orígenes filosóficos divergentes" (página 21). Es sabido que redistribución procede de la tradición liberal, actualizada en los años 70 por Rawls y Dworkin para justificar la variable de reparto socioeconómico, mientras que el reconocimiento arranca de Hegel y su Fenomenología de la conciencia, por la que un individuo se convierte en sujeto sólo cuando reconoce al otro y es reconocido, a la vez, por él. Su actualización corresponde especialmente a Ch. Tylor.
Redistribución expresa más bien un individualismo liberal y reconocimiento responde más a la línea social e intersubjetiva de Hegel. Constituyen, desde luego, "una extraña pareja" (página 20), reconoce Fraser, aunque igualmente sostiene la falsedad de la antítesis, rechazándola como "alternativas mutuamente excluyentes" (página 34). Hoy la justicia necesita de las dos perspectivas, por lo que su integración resulta imprescindible: "Sólo si buscamos los enfoques integradores que unen redistribución y reconocimiento podremos satisfacer los requisitos de la justicia para todos" (página 88).
En su respuesta Honneth se inclina por "una teoría diferenciada del reconocimiento" (página 91). Cree que en la actualidad la injusticia se percibe como la falta de reconocimiento que exige una fundamentación ética y no sólo socioeconómica, ya que esta última es una consecuencia de aquélla. Hay que trabajar en el marco del reconocimiento para que se produzca la justicia social. Lo que está en juego ese nada menos que "la defensa del progreso moral dentro de las respectivas esferas de reconocimiento" (página 147).
Desde luego que estos dos enfoques encontrados se apoyan en la teoría crítica como base y buscan fundamentar en ella sus respectivas interpretaciones, que se diversifican entre un marco monista y otro dualista. ¿Por qué resulta imposible integrar las dos perspectivas? En principio, no es nada fácil hacerlo, aunque parezca que deberían existir puntos de contacto. Una de las razones es el recurso a fundamentos éticos frente a los puramente sociales. Otra razón que es dejarse llevar por la necesidad perentoria, pero bien real, de que las desigualdades económicas aumentan cada vez más, especialmente con la perspectiva de la globalización. Cree Fraser que el reconocimiento no basta para recoger este importante déficit, teniendo necesidad de ir más allá del mismo. Por eso rechaza esta propuesta, al considerar que en el fondo deforma el concepto de reconocimiento, aunque sus partidarios no quieran aceptarlo.
Honneth cree que a pesar de las objeciones de Fraser su punto de partida queda intacto, porque la cuestión está, principalmente, en la fundamentación normativa de los dos marcos. Por otra parte, el debate se centra en la pregunta directa de si la redistribución socioeconómica se corona en el reconocimiento necesariamente o si no hará más que prolongar su falta, enmascarándolo en la labor de la redistribución de tipo político. Redistribuir mejor la riqueza no es algo que carezca de importancia, sino, que incluso es fundamental. El problema es que sin aceptar la igualdad de partida el reconocimiento todavía puede soslayarse, en mi opinión.
Reflexionemos, por otra parte, en la alternativa. ¿Acaso el reconocimiento de la igualdad básica de los seres humanos, como derecho inalienable, no implica necesariamente la redistribución de los bienes económicos y un modo de vida buena en un orden social que contribuya a la realización de todo ser humano? Lo que está en discusión es la adopción de una perspectiva más social frente a otra más liberal e individual. Una actuación económica necesaria permitirá también atender a las necesidades sociales imprescindibles. Descolgarse en uno de los dos sentidos es peligroso su. Mantener el equilibrio razonable entre ambos es muy difícil, porque a la mínima uno podría enfatizar más el primero que el segundo, rompiendo así la armonía y alcanzando la ruptura. Este es el desafío de nuestro tiempo, al que nadie puede escapar responsablemente.
En cualquier caso, no podrá negarse que el debate acerca de estas cuestiones resulta imprescindible en la actualidad. Por eso, planteamientos editoriales como el que estamos comentando resultan de la mayor importancia, por más que el acuerdo, dadas las posiciones teóricas expuestas, no resulte ni siquiera posible. Lo que no obsta para seguir trabajando en esta importante línea teórica. La filosofía tiene que clarificar hoy este tema fundamental, contribuyendo así al debate.


Julián Arroyo