REVISTA Nº 67       Enero-Marzo de 2004

Adorno y la “teoría crítica” ante la injusticia social

Este número monográfico conmemora el centenario del nacimiento de Th. W. Adorno (1903-1969). Sus numerosos trabajos ocupan un lugar importante en el panorama intelectual y político del siglo XX, aunque ningún currículo de Filosofía II lo haya seleccionado para su estudio.

Los artículos de nuestros colaboradores dan cuenta de distintos aspectos de su pensamiento, desde su filosofía del estilo, la vinculación del proceso filogenético de la conciencia subjetiva y la cosificación pasando por la actualidad de su crítica de la “industria cultural” y su plena vigencia en la época de la globalización.

En 1933 el nacionalsocialismo privó a Adorno de su venia legendi. Exiliado en Inglaterra y en Nueva York, regresa a Alemania en 1949 y, desde 1951 hasta su muerte en 1969, profesó filosofía y sociología en la Universidad encabezando la crítica a la marcha de la intimidad y la subjetividad capitaneadas por Kierkegaard.

Adorno adoptó la teoría crítica desarrollada por Max Horkheimer, aunque las posiciones de ambos difieren en algunos puntos, se estima que Adorno ocupó en la Escuela de Frankfurt una postura «centrista» entre Horkheimer y Marcuse. Su pensamiento es más acusadamente dialéctico que el de Horkheimer, pero menos sistemático o, tal vez, menos determinado por consideraciones filosóficas. Más aún que Horkheimer, Adorno lleva a cabo la crítica de las ideologías, e incluye en éstas las teorías filosóficas, que expresan situaciones y frustraciones sociales. Denuncia específicamente la «ontología» y el «positivismo» por considerarlos dogmáticos. Adorno insiste en el carácter mitológico del pensamiento filosófico, y hasta de todo pretendido pensamiento dialéctico.

Así, contra la dialéctica «positiva», propone una «dialéctica negativa» porque «la historia universal debe construirse y negarse». Es necesario, pues, al hacer funcionar la dialéctica negativa, criticar a fondo toda filosofía y aun toda utopía, las cuales tienden a ser «positivas» en la medida en que siguen siendo doctrinarias. De manera que la verdadera utopía es la de una sociedad no represiva en la que no sea necesario disertar sobre la utopía. La dialéctica negativa excluye toda conceptualización terminante y tiene en cuenta el movimiento incesante del pensamiento al que no puede satisfacer del todo alternativa alguna. Representar los antagonismos sociales no es conceptualizarlos, sino representarlos miméticamente. Sólo así puede «hablarse» de la realidad social. Distinto, pues, tanto de un rígido materialismo dialéctico como de una filosofía de la praxis.

Desde 1970 se publican los escritos completos, Gesammelte Schriften, 20 vols., que incluyen los «Escritos sociológicos»: Soziologische Schriften, partes 1 y II, (1975). Hay numerosas traducciones de obras de Adorno al español, no siempre completas ni siempre con traducciones exactas de los títulos originales. Recordemos, entre otras: Justificación de la filosofía (1968), Dialéctica del Iluminismo, (1969), La ideología como lenguaje (1971), Crítica cultural y sociedad (1969), Dialéctica negativa (1974), así como Filosofía de la nueva música (1966). Para las ideas de Adorno sobre sociología y, en general, el conocimiento, merece destacarse su «Introducción» al volumen Der Positivismusstreit in der deutschen Soziologie (1969) con el título en español de La disputa del positivismo en la sociología alemana (1973).

Para Adorno, el modo de manifestación de lo insondable a sí mismo es igual al modo de manifestación de la conciencia a sí misma. Se ladea el estadio epistemológico, y aun el ontológico, avizorando en escorzo el plano religioso, que se manifiesta siempre en forma teológica. El interés en Alemania por el marxismo, después de la primera guerra mundial, se concretó en los esfuerzos llevados a cabo por Felix J. Weil, Friedrich Pollock y otros para crear un instituto permanente de estudios, cuyo primer director, en 1923, fue Carl Grindberg, conocido por su Archivo para la historia del socialismo y del movimiento obrero. Le sucedió en la dirección Max Horkheimer. Los nacionalsocialistas tomaron el poder, el ‘Instituto’ se cerró en 1933 y, con la diáspora de intelectuales alemanes, llegó el exilio para muchos miembros y colaboradores. El establecimiento de ramas del Instituto permitió la continuación de algunos trabajos de investigación y agregó nuevos colaboradores. Con el tiempo, y ya terminada la segunda guerra mundial, varios de los más destacados miembros del ‘Instituto’, que se reabrió oficialmente en 1951, regresaron a Alemania.

Pero no todos sus miembros y colaboradores pueden adscribirse a la Escuela de Frankfurt. Quiénes son o no frankfurtianos es objeto de disputa. Entre los frankfurtianos se ha desarrollado la tendencia a una denuncia de los procesos falsamente liberadores y emancipadores. La busca de la razón que pudiera dar cuenta de las decisiones a tomar-razón igualmente opuesta al totalitarismo y al liberalismo- ha sido el punto de mira de muchas de las investigaciones y especulaciones de los frankfurtianos. Algunos de éstos han desembocado en un pesimismo respecto a las posibilidades de la razón y de la historia humanas. Otros, en cambio, han tratado de abrir camino hacia un tipo de racionalidad abierta, unido a una teoría general de la comunicación humana, de la filosofía de la historia, de la antropología filosófica, de la sociología filosófica y sendos afines.

Como en casi todos los pensadores y sistemas filosóficos que sobrevivieron a la experiencia de la segunda guerra mundial, en Adorno fulgura un pensamiento fuerte, altavocero, cansado, desesperanzado y comprometido. Tras los campos de exterminio nazi, el mundo no sería igual.

emasiado sufrimiento merodea por el pensamiento y la praxis. Sartre, Levi, Elie Wiesel o Hannah Arendt afirman la singularidad de ese acontecimiento, no por hacer sufrir a las víctimas y la justicia que toda víctima reclama, sino por el grado de inhumanidad que alcanza, por negar a unos hombres su condición de hombres, al tiempo que se borra o elude cabizbajamente la huella del crimen eliminando toda responsabilidad personal. Por eso dirá Adorno que es "el acontecimiento impensado que da que pensar, y "después de Auschwitz no sólo la especie humana ha quedado empobrecida, sino que la humanidad del hombre, (su capacidad de juicio moral y veritativo) ha quedado dañada". ¿Qué quedaría, pues?: “Hacer hablar al sufrimiento es el principio de toda verdad”. Por eso enfatiza: "hay que educar desde Auschwitz", porque lo que ocurrió puede volver a repetirse... y perduran muchas de las condiciones que lo hicieron posible.