En Concepción Arenal encontramos lo que parece ser la llave, lo que abre, lo que consigue esperanzarnos para abandonar nuestras cárceles más íntimas, aun cuando sabemos que es mucho más difícil liberarse de las prisiones o presiones silenciosas heredadas, estando además recluidos en espacios privados de aislamiento y desamparo mucho más restrictivos que las propias cárceles.
¿Cómo no imaginarnos como aquellos que tienen miedo, como los presos, como aquellos que carecen de libertad o que sufren ser vidumbres, encendiendo ese deseo de escapar cuando nos sentimos aislados y presos de una tristeza moral o de un abandono? ¿Cómo no recordar a los presos como si estuviéramos allí encarcelados con ellos?
Lo que las palabras de Arenal nos proporcionan es justamente eso: intentos esperanzados de escapar a las múltiples prisiones que nos cercan con el consuelo de la cultura, con el acceso a un modo de humanidad, a una vida emancipada basada en la formación y profesionalización de la mujer, que logró salvar a muchas reclusas e hizo más liviana y transitable, no solo su estancia en prisión, sino su vida entera.
Os dejamos una presentación de la misma autora: